
Los flashes, las miradas como es lógico se los llevan los ciclistas que son el motor del deporte, pero paralelo a la competencia, hay un contigente importante trabajando para que el evento llegue a feliz termino.
Desde horas de la madrugada empieza la actividad, los coordinadores de cada área: transporte, alimentación, prensa y logística dictan las directrices de la jornada, mientras en paralelo el colegio de comisarios de la carrera evalúa cada detalle técnico de la prueba para que todo marche apegado al reglamento.
Cada equipo vigila que sus intereses no se vean afectados y mecánicos, masajistas y entrenadores trabajan, incluso más que cuando se esta disputando la prueba. Bicicletas, comida, búsqueda de repuestos, atención médica ocupan su tiempo, mientras los ciclistas toman su merecido descanso.
Los medios de comunicación empiezan una carrera contrarreloj para enviar sus reportes y los jueces motorizados afinan sus motos para la jornada siguiente.
Por diez días, la caravana es tu familia, y como tal hay roces, discusiones, surgen amistades nuevas y también rivalidades, pero todos comparten una pasión, el amor al ciclismo y es precisamente lo que los hace venir el proximo año.
Durante la vuelta, el mundo fuera de ella no se detiene. Hay quienes tienen problemas en sus hogares, quienes se enferman y dejan todo atrás por estar en la vuelta ahogando lágrimas en silencio mientras cumplen el trabajo encomendado.
Estas lineas son dedicadas a ellos, a esa familia adoptiva a ese personal de reparto de los que nadie se acuerda, sin ellos ninguna vuelta seria posible.
