10 días de emociones a granel vivieron los fanáticos del pedalismo venezolano, en una carrera en la que, sin lugar a dudas, terminó coronándose el mejor de todos, Jonathan Salinas.
Se acaba la 52 Vuelta al Táchira en bicicleta y para quienes amamos la disciplina de las bielas, nos queda por dentro un sabor pasajero de tristeza.
Se acaba la 52 Vuelta al Táchira en bicicleta y para quienes amamos la disciplina de las bielas, nos queda por dentro un sabor pasajero de tristeza.
Y es que, no siempre se viven diez días de total emoción como lo logra generar el evento ciclístico más grande del país, en el cual, se alcanzan a fundir en ese pequeño compas de tiempo, la fiereza que despliegan los pedalistas presentes en batalla, la inmensa fanaticada amante de su disciplina predilecta y los apasionados medios de comunicación que dan realce supremo a una carrera como lo es el giro andino, orgullo cultural y deportivo de toda una nación.
Foto:Jorge Castellanos |
Y si bien esta quincuagésima segunda edición, levanta un amplio espectro de críticas sobre sus hombros, en este primer somero balance, no ahondaré en las múltiples fallas de la organización, en primer lugar porque ya tendré espacio para ello en futuras ediciones de esta columna, y en segundo lugar, porque no quiero arruinar la mañana o tarde de quienes me leen contándoles tantas deficiencias juntas en tan pocos días.
Ahora sí, hablando de lo deportivo, felicitar en primer lugar desde esta tribuna a los equipos de Lotería y Kino Táchira, por supuesto a Jonathan Salinas por ese corajudo triunfo, a todo su equipo de gregarios encabezados por Eduin Becerra, Juan Murillo, José Alarcón, Ronald González, Miguel Ubeto y el líder transitorio John Nava entre otros ruteros, y obviamente a sus técnicos César Salazar y Aldrin Salamanca, ex campeones de Vuelta al Táchira, quienes conformaron un equipo de trabajo de altura, que no sólo conquistaron una victoria valiosa en lo numérico, sino más allá de ello, se ganaron el respeto de todo el pueblo ciclístico. Primero, venciendo a un gran espectro de conjuntos en los cuales sobresalió una sana pugna ante la maquinaria de potencia de JHS, gran perdedor de esta justa, sino también superando sus severos problemas internos de índole económico, los cuales pudieron sortear con aplomo para celebrar un triunfo sin atenuantes, conseguida a pulso con su “pequeño gigante” Salinas en la cresta de la ola.
Por otro lado, hablar, por supuesto de la afición, de verdad que el tachirense vive su evento pedalístico como si la vida entera dependiera de apoyar a sus ruteros. Pude disfrutar en carne propia durante esta cobertura cómo es el amor de la afición por el deporte del pedal, y sólo me queda decir sobre ello, que no hay palabras para describir tanto fanatismo y euforia junto en un solo lugar.
Luego, pero no menos importante, felicitar a los medios de comunicación, sin lugar a dudas que sin los comunicadores y sus vitrinas no hubiese Vuelta al Táchira. La televisión, radio, prensa e incluso los portales web, trabajaron como relojito a diario para llevar a sus casas la mayor información. Y es que muchos de los que laboraron en el cubrimiento de la gala fronteriza, entre los que me sumo, tuvimos que esforzarnos con uñas y dientes para poder hacer nuestro mejor trabajo.
Por último y ya para despedir este primer análisis del giro andino, sólo me queda agradecer a todos los que de una u otra manera hicieron posible mi cubrimiento en la competencia. Al Diario Frontera de Mérida y sus directivos, a David Gil y su equipo de CiclismoTotal.Net, a José “el cóndor” Rujano y la Fundación Rujano, al equipo reporteril de Diario La Nación de San Cristóbal en cabeza del sempiterno periodista y amigo Homero Duarte Corona, a Carlos Maya, presente día a día con su columna de datos, a mi querida familia, y por supuesto, a todos ustedes, quienes incondicionalmente me leen. Gracias.